Estrés Postraumático


En ingles tiene un acrónimo, PTSD, Post Traumatic Stress Disorder, quiere decir “desorden de estrés postraumático".

Ósea, una descompensación del comportamiento, de los pensamientos y sentimientos, que una persona puede sufrir, después de un trauma.

No estamos hablando de un trauma físico y visible, o por cierto no es este el principal factor causante.
Generalmente lo que alimenta esta forma de distrés es el vivir en primera persona situaciones, accidentes, avenimientos a fuera del ordinario, los cuales afectan a las personas involucradas, y cada uno reacciona en manera diferente.

En internet se pueden encontrar montones de páginas, estudios y estadísticas sobre este tema.
En los años recientes, las fuerzas armadas occidentales han sido tocadas por este tema de una forma extremamente intensa, debido a las cantidades de operaciones ejecutada en el mundo.

¿Entonces es una enfermedad nueva?
¡Absolutamente no! Hay escrituras de los antiguos romanos y después, de la época del medioevo, en las cuales se cuenta como los soldados y caballeros, después de vivir la violencia y la brutalidad de una batalla, quedaban traumatizados.

Dificultades en el dormir, pesadillas, resentimientos, dificultad en socializar y en hablar…
Situaciones, que, se no superada, pueden llevar al aislamiento del resto del mundo, depresión, actitud violenta, y como extremo, hasta al suicidio.

Creo que se pueda afirmar, que desde que el ser humano inventó la guerra, el estrés post traumático nació con ella.

¿Cuál es la cura?
Como explico en la página de presentación de este diario, no tengo la presunción de decir soluciones a problemas, y menos me atrevería sobre este tema, tan complejo y articulado, lo cual no involucra solamente la psicología, si no, también la sociología y la psiquiatría.
Lo que puedo hacer, y quiero hacer, es compartirle mi experiencia personal.

Sobre el estrés postraumático he aprendido por experiencia directa e indirecta que no hay preparación, entrenamiento, “mindset”, que te pueda preparar para afrontar situaciones inesperadas.
Este distrés puede afectar hombres o mujeres, reclutas u operadores de fuerzas especial navegados, jóvenes que acaban de salir del colegio o personas maduras cerca al retirarse… no hay un blanco específico para esta patología.

Cuando, poco más grande de vente años, decidí de empezar mi aventura, tenía una visión bien realística de cuales podían ser los riesgos de esta profesión, sobre todo gracias a mi padre y al dialogo que tenia, y tengo con el.
Siempre estuve consciente que la muerte era una posibilidad concreta, igual que un trauma físico grave, como quedar paralizado, amputaciones u otras deficiencias físicas permanentes.
A un factor, pero no podía estar preparado: como mi mente pudiera reaccionar a una situación extrema.
Durante la preparación y el entrenamiento, el objetivo es estimular el cuerpo y la mente del futuro operador a situaciones afuera del ordinario, y la verdad muchos entrenamientos lograron este objetivo, pero uno nunca puede saber cuál será su reacción, por ejemplo, en un tiroteo, o a verse herido o ha recuperar un compañero herido o muerto.
Uno nunca lo sabe hasta que le pase, y también cuando le pasa, no es cierto que la reacción sea inmediata.

Personalmente a mi primer tiroteo reaccioné como se espera de un operador. Hice simplemente lo mío, con calma y control, respondí al fuego en forma eficaz, comuniqué al jefe de mi equipo la situación y al termino revisé mis armas y equipo, para asegurarme que todo estuviera operativo y no se había perdido nada.
Esto es lo que me pasó durante mi primera misión en Afganistán. No porque yo se o era mas bueno de otros, simplemente porqué dos años de formación estuvieron eficaces. La reacción que tuve, puedo asegurar, es la misma reacción que la mayoría de los compañeros del “nono” tuvieron, en diferente lugares y épocas.
A pesar de mi relativamente joven edad, y que fuera mi primera experiencia como operador, este evento no me afectó particularmente.

La circunstancia en la cual, si, sufrí profundamente, me pasó a tardar poco más de un año.
Había recién terminado, con excelente éxito, el curso de paramédico militar en EE. UU. (curso que marcó mi carrera como no podía imaginarme), mi esposa estaba en embarazo al octavo mes, mi destacamento, por una serie de cambios de personal maduro, no tenia un medic entre los operadores. Después de consultarme con ella, decidí que la cosa justa era arrancar con mi equipo por mi segundo turno en Afganistán, con la promesa de mi comandante de compañía de regresar por una licencia corta al término de la gravidez.

Así fue. Arranqué, y más o menos, en el primer periodo del turno, todo pasó tranquilamente. Pude regresar a mi casa, y, afortunadamente, ver nacer a mi hija. Después de 12 días con ellas, volví donde mis compañeros, a la vida operativa.
En ese escenario las cosas mudaron. No era solo que mi familia me hacia falta, si no que me sentía de faltarle a ellas, de no ser el padre y el marido que se supone un buen hombre tenga que ser. En ese momento, pero, las actividades eran muy frenéticas, que de verdad no se decir si este pensamiento estuvo racional o algo de profundo e inconsciente, de pronto lo racionalicé después de mi regreso.

En el segundo periodo de la misión, los avenimientos se intensificaron.
Una noche recibimos un ataque de cohetes y morteros en la base. A pesar de vivir en carpas, no sufrimos ningún daños ni heridos. La sensación era irreal. No había absolutamente nada que uno pudiera hacer para responder a esta amenaza. En un tiroteo, casi siempre hay algunas maniobras tácticas, por cuanto desesperadas, que uno pueda ejecutar, pero, en tu propia base, donde solo había reparos colectivos en concreto desmoronado como defensa, lo único que se podía hacer era esperar que los ataques terminaran.

Pasaron los días, hasta a llegar casi al término del turno, cuando nos ordenaron una acción directa (la primera de mi carrera), para capturar a un jefe talibán de una zona lejos 30 km.
La misión era compleja, porque había que atacar infraestructuras múltiples, pertinentes al mismo objetivo.
Después de una larga preparación se procedió a la ejecución.
Dos destacamentos de fuerza especial tenían que entrar en dos casas, mientras tanto un pelotón de Rangers Italianos protegían el externo.
La misión era complicada, y el hecho que, enseguida a nuestra llegada a 300 metros de los objetivos, empezó un macizo tiroteo, entre nosotros y un grupo insurgente a 4-500 metros mas al sur, complicó ulteriormente la ejecución.
Moviendo y cubriendo, entramos en la casa designada, cada uno cumpliendo con su tarea y cubriendo su sector o el cuarto asignado.
Parte de mi tare era bonificar y controlar un patio interno, donde parecía haber animales y un pozo.
Allí fue que me enfrenté a lo que no podía imaginarme, y por la única vez en 12 años de operaciones especiales, mi cerebro, se congeló, por un momento inconmensurable, pareció eterno, pero de verdad duró menos de un respiro.
Eran aproximativamente las 03:00 am, y frente a mí, tomando agua del pozo, una mujer de posiblemente 25-30 años, con una barriga hermosamente grande que indicaba no faltar mucho a la llegada de una nueva vida.
No se decir si mi mente corrió a miles de kilómetros, donde mi esposa estaba durmiendo con la hija, que casi no me conocía, o, simplemente, viendo las manos vacías (de armas) de la persona en mi sector, mi cerebro acelerado se preguntó que estaba haciendo una persona, tranquilamente tomando agua en el medio de un tiroteo nocturno.

Seguidamente a la fracción de segundo mas larga de la historia, la operación continuó sin particulares problemas, y después de un tiempo mínimo de permanencia adentro de esas casas, nos fuimos.

Desde ese evento, no faltó mucho tiempo para regresar a la casa.

Allí fue que viví la experiencia de estrés postraumático, de la cual solo había leído o escuchado indirectamente algo.
En mi caso no fueron tantas las pesadillas, sí, me demoraba para coger sueño, y a veces me despertaba, pero lo que me afectó en forma violenta era la incapacidad de hablar y comunicar con mis queridos, sobre todo con mi esposa.

Individualmente no podía entender lo que estaba pasando, ahora me parece bastante claro, y de pronto natural, pero en esa época no tenia idea de lo que estaba pasándome.
A sumarse a mis problemas, era la época de navidad y año nuevo. Las pólvoras nunca me llamaron la atención, pero ese año, puedo decir de haberla odiadas. Cada grito de niños en la calle, cada pequeña explosión me hacia saltar y sudar frío.
En final, mi hija, que tenias apenas unos meses, no quería ser cargada ni tocada de mí. Reacción puramente instintiva y natural, no me conocía, y la única persona en que podía confiar y buscar refugio era su madre. Pero esto también se sumaba a todo lo que me estaba cargando.

¿Como superé esta fase?
Después de un par de semanas, en la casa, mi esposa empezó a hablarme e a investigar sobre lo que me estaba ocurriendo. Gracias a su calor y su apoyo, pude empezar a explicarle lo que había vivido, y gracias a ella pude empezar a metabolizar los eventos de los últimos meses.
A pensarlo después de años es todavía increíble, que ella, mujer que quedó sola por meses, a encargarse de todo, inclusive la nueva vida de la cual fue única responsable por un tiempo, viviendo una condición de estrés (no postraumático, si no postparto), tubo la energía vital de cuidarme y sacarme de lo que podía ser una reacción a cadena destructiva.
Una vez más, soy agradecido a ella, para haberme permitido de superar unos y unos más, momentos increíbles de mi fantástica vida.

Este es la que considero mi experiencia mas dura relativamente a el estrés postraumático. Me considero extremamente afortunado al haber superado un problema tan complejo sin ayuda de especialistas. Desafortunadamente no es así para todos.
El PTSD es una plaga viva y devastadora, y no solo para militares.
El paso más importante que se pueda hacer es auto sensibilizarse, darse cuenta de que algo está pasando, que mis reacciones a el ordinario ya no son la de siempre. Y de allí buscar ayuda, un soporte, porque salir de eso solo no es siempre posible.

En seguida seria importante poder contar con el apoyo social y psicológico de la organización. En nuestro caso, tristemente no es así. En las fuerzas armadas italianas y hasta mas en la comunidad de las operaciones especiales, el soporte psicológico está interpretado como una debilidad, como un gasto de tiempo.

¿Entonces?
Creo que lo que queda es contar en el apoyo de los camaradas y de los queridos, pero, esta seguramente no es la solución perfecta, ni la mas segura.

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